lunes, 21 de diciembre de 2009

Átame





Esa noche me sentia húmeda, caliente de los pies a la cabeza. Quería un encuentro lleno de adrenalina, lujuria y pasión. Compré en un sex shop un traje para bdsm de cuero, con cintas cruzadas y atadas por unas argollas. esa noche quería obedecer, quería que mi amo me ordenara hacer las cosas que más morbo le producían, cumplir todas sus fantasías por más locas que fueran, al fin y al cabo, yo soy suya, soy lo que me pida ser en su cama o en el sitio que se le antoje.

Mientras me colocaba el vestido, sentí tanto calor que pasé repetidamente las manos por mi piel hasta llegar a mi entrepierna, donde la humedad se hacia mas prominente; mis dedos humedecidos entraban a la perfección en mi vagina que reclamaba urgente algo de placer como eso. Estaba en mi momento íntimo cuando él entró en la habitación , mi amo, mi dueño. Tomo mis manos con fuerza, me llevó al salón que ha destinado para nuestro placer. Me besó salvajemente, me manoseó tal cual como me encanta, beso mi cuello mientras decía cosas como por qué tocas tanto tu cuerpo mientras yo no te veo?, estas tan caliente que no te puedes aguantar?, cosas como las que sabe que me hacen poner aun más caliente, mas febril.

Cuando notó que ya no podía aguantar más las ganas de tenerlo dentro de mi, hizo que bajara su pantalón y lamiera lo que estaba saliendo de su pene erecto y húmedo. Yo me la metía entre la boca como si de ello dependiera mi vida, era demasiada la excitación a la que me tenía expuesta. Yo sabía de s0bra que a él le encanta que me coma su verga con devoción profunda, que sepa que mi cuerpo es el templo a donde llega a pedir, exigir y mandar todo lo que a su deseo se el antoje. Despues de varios minutos chupándole su sexo me levantó con sus manos y me ordenó subir en una silla negra acolchonada, abrir las piernas y sentarme de cuclillas de forma que viera toda mi vagina exitada y deseosa de todo lo que pudiera darme.

Ató mis manos con unas esposas, recorrio mi cara con su pene, golpeaba mis mejillas como si quisiera castigarme por no obedecer a su orden de que toda nuestra intimidad pasa entre los dos. Eso que hacía me enloquecía, ardía en deseos de que me clavara una y otra vez, de que me hiciera tener los orgasmos mas deliciosos con su verga deliciosa y dura que paseaba por mi cara. Me decía que yo soy su puta, su puta caliente, su perra en celo que se calienta con solo tocarla...

Justo en esos momentos abrió mis piernas y metió todo su pene en mi vagina durante horas, horas en las que tuve toda clase de orgasmos. Fuí suya y él fue mio como siempre que nos encontramos en la danza perfecta del amor unida al deseo incontenible.

Te amo.

CM

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